domingo, 23 de agosto de 2009

EL DISCURSO EN PRIMERA PERSONA

Es aquí donde empezará el discurso en primera persona
Ya no necesito simulacro del otro sus llantos sus harapos
El fuego soy yo soy el heno soy el viento soy mi propio otoño
Tengo tantas manos para decir adiós que ponerme una mordaza
sería perder el tiempo
Tengo tantas hojas en mi bosque para decir adiós En mi navío
Tantas velas y mástiles para decir adiós Tantas llamas en mi
hoguera
Para decir adiós mundo adiós vida adiós sol del porvenir
Toda palabra que muere sobre mi labio es siempre mi
corazón arrancado
Ya es la estación en la que toda palabra sea para mí la última
Y no habré dicho otra eso ha terminado
Bastaba sin embargo con tan poca agua para ver todo el cielo
en un bache
No habré encontrado más que esas palabras mortales como
un trozo de metal empañado.

He aquí pues tras una pausa del canto que elijo el octodecasílabo para ser el portador grave y pesado de la conclusión desproporcionada al poema esta parte del poema donde estoy presente y solo así como en mi sueño o mi muerte y yo mismo me interrumpo de una prosa una peonza sobre sí misma que gira es acaso deseo de un poco de luz o retomar aliento no sé pero como el jinete que sin razón para su caballo se inclina para acariciar el cuello reluciente de su montura y ve en el ojo húmedo el placer de la carrera interrumpida suelta las riendas y chasquea con la lengua las rodillas apretadas Anda la mirada hacia delante Anda en sus espuelas un instante de pie como yo mira lo que va a decir y las praderas se extienden como esas líneas de mi labor dieciocho veces martilladas sobre
la tierra.
Que por lo menos sepa tener el gesto ardiente de las manos
abriendo la camisa
A los fusiles apuntados del condenado que ya no tiene la
posibilidad de un grito
Que por lo menos despierte a lo lejos el eco como lo hace un
vaso que se rompe
Que por lo menos me quede en las paredes el tiempo que dura
un corazón escrito con tiza
Me parezco a la Plaza de San Marcos de la que de repente
desertan sus palomas
Y el viajero inútilmente esparce al mármol su pan
Pasáis mi señal en el cruce como un coche la luz verde
Mientras los espejos ya se hicieron ciegos ahí donde está
pintado mi rostro
Será para nada que pensé viví me doblegué señalé dudas y
temores
Gasté mis días roí mis noches a veces caí desde mi altura
sangré a menudo
No era acaso para guardaros del Minotauro al final del laberinto
Que al lenguaje de después aprendí a enlazar el lenguaje de
antes

De pronto entiendo en mis versos esa irrupción de la prosa y qué viento golpea de repente mi paciencia recuerdo que así a veces la Historia tomó mi codo y me forzó a escribir con su idea y las hojas de larga labor volaban las cogía confusas en su orden mezcladas sentía sobre mi nuca una fuerza mayor
vamos dí simplemente las cosas simplemente haz cantar ese dolor en ti para los demás simplemente háblales el lenguaje que corta su pan como el de un umbral interrogado que te dice tu camino ah háblales erguido como aquél que quiere una habitación en la posada y no una mujer desconocida a fuerza de ruiseñores y de torres de naipes ese instante robado del olvido

Soy el que pone orden en la enorme morada de los hombres
El que siega desbroza empiedra y escarda el imperio atravesado
Explico por caminos el dominio y para fijarlos los nombro
Pero implacablemente sobre mis pasos la hierba vuelve a
crecer entre los pensamientos
Por mucho que me arañe los pies y los brazos y me hiera por
todas partes como un higo
Que marque de tanto en tanto con postes por dónde caminó mi
tribu
En vano lucho en velocidad con la lluvia y el sol y el cansancio
El acontecimiento se borra a medida que ha bebido la tierra
El lenguaje pierde su poder más allá del halo de nuestro aliento
Basta con un poco de polvo que descifraría las palabras escritas
Oh palabra oh prostituta fue suficiente para María Magdalena
Una barca de Judea en Provenza y las tinieblas han vuelto
Lo que fue para tantos hombres estremecimiento esta
cabellera de escándalo
Esta carne de heliotropo, su olor en mi nariz al caer el vestido
La provocación de los perfumes derramados de un golpe sobre
mi sandalia
Y nadie de hoy en adelante que sepa cuán hermosa fuiste oh
belleza
Pecadora adorable adorada oh suelta por fin tus largas trenzas
Magdalena Magdalena en el fondo de la Baume embalsamadora
embalsamada
Como un agua que se bebe en la mano sal y sé de nuevo mi
amante
Escandalosa en pleno día de aquellos que están desnudos
pobres y mal amados
Fuera la tierra es pelirroja como tú es el tiempo que arde
Los macizos llevan en el puño halcones dispuestos a caer en
picado sobre las presas
Oh palabra hoy es al hombre a quien habría que arrancar de su
cruz
Pero el tiempo arde por todas partes De nada sirve ir a todo correr
Esta vez el remordimiento en mí que acaba de quebrar el verso dejó doble espacio a ese amartelamiento medido de mi
pensamiento
parecería que es como una cortesía para con esa mujer sobre su barca llegando a Provenza o no sé qué asombro qué temor a apartarme de una imagen el deseo quizás de saber hasta dónde
quiero llegar como si fuese yo que llevase el baile y de repente monto en cólera piso mi sombra incomprensiblemente agrandada la pateo devuelto a su medida a esa Pecadora que se instalaba en mi poema invadiendo los desvanes alargando con kohl sus ojos orientales y por otra parte hela aquí de nuevo incordiándome A la perrera a la perrera y levanté mi látigo no eres más que una metáfora y no un ser de carne A la perrera con todas las marionetas del espíritu No quería decir nada de ti no eras primero sino una sirvienta una figurante un poco menos una manera de hablar de la Palabra ah para echarte que prenda fuego a los Moros que sólo se quede el fuego en tu perfume sembrado como un lenguaje devastador que quema de igual manera a los hombres y las paredes el fuego claro para la hierba y el niño el fuego que sólo dice una vez lo que quiere decir

Me sentaré en la montaña a las doce cuando las piedras
descansan
Y el mundo es un sueño de insectos y de fuentes en torno mío
Miraré de dónde vengo en la novedad de la gente y de las cosas
Como una lavanda en el hueco de una pared que se embriaga con
lo que ve
Y hay tantos cambios a cada vuelta del paisaje
Lo que se descubre es incompresible para quien no posee la llave
Es un poco como esos versos cuando se llega donde la rima
se suele usar
Hago entonces el gesto del conductor de autobús cuando avisa
con el timbre que está completo
Que eso rime o no el eco no vuelve sino con un enorme retraso
Y pensar que ayer uno practicaba para traspasar el muro de la
canción
De quién preferir los sollozos Del serrucho o de la guitarra
Ah medir la velocidad del dolor con la lentitud del sonido
La eternidad del dolor cuando pasa descabellada la llama
El tiempo arde efectivamente No es una manera de hablar
Un atajo metafórico en relación con un estado del alma
El tiempo arde como una forma de casa no derrumbada aún
Como el rincón de una carta que habla impalpablemente del amor
Todo el trigo de la recolección bajo la paja de un techo almacenado imprudentemente
El tiempo arde y para brazos naturales los cubos para llevar
son demasiado pesados
El tiempo arde Es un animal errante para quien todo se hace
alimento
El tiempo arde y las palabras como pinos se ennegrecen con
sus quemaduras
Ah moriré pero las palabras de que me servía las palabras
humanas
Que den testimonio al menos de lo que fueron las cosas
Que de nosotros quede para otros mañana este inmenso
epitafio
El tiempo arde Sudorosos corriendo casi desnudos cerca de la
carretera
De antorcha en antorcha siguiendo el azar del viento pegamos
con ramas el incendio
El tiempo arde Encima de mí en el entrelazado de ojivas y de
bóvedas
Cuando más devora el fuego al bosque más crece su ferocidad.

LOUIS ARAGON

Traducido por Claire Deloupy

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